Ni retroceder ni rendirse
Patricia Paniagua Gutiérrez
(Politóloga)
Casi dos meses han transcurrido desde la disolución del Congreso de la República efectuada en medio de un clima de amplio apoyo de la ciudadanía a esta decisión que puso punto final al abierto afán y espíritu obstruccionista de una representación nacional que, en su mayoría, atendía a una agenda de intereses oscuros, vinculados al blindaje y supervivencia de mafias enquistadas. Esta representación, divorciada con las reales preocupaciones y aspiraciones de la ciudadanía, no tuvo reparos éticos en hacer abiertamente suya la cruzada de la impunidad y del sabotaje a la acción de la justicia en nuestro país.
Acabado este momento de tensión política y convocadas las Elecciones Congresales 2020, ha sido mucha la expectativa por conocer la lista de los candidatos que tendrán la crucial responsabilidad de adecentar el rostro de la clase política nacional y conquistar la oportunidad de reconstruir el lazo de confianza entre la ciudadanía y su representación.
Luego de los últimos acontecimientos, que revelan que las mafias y sus tentáculos siguen tejiendo redes y operando en diversos aparatos, con la intención de garantizar su supervivencia y la impunidad de sus operadores, la trascendencia de hacer la más adecuada elección de la futura representación nacional es mucho mayor.
Lejos de dejarnos ganar por la desazón o la desesperanza, es el momento de alzar las voces, pero también de tener en claro que será la conformación de este nuevo Congreso, la que decida entre el retroceso complaciente a las mafias o el respaldo al avance en la lucha frontal contra la corrupción. Una elección de este tipo, no debe darse en un clima de apatía ni de simplismo al momento de decidir.
¿Qué hacer con agrupaciones que insisten en hacer prevalecer, a través de sus nuevos y antiguos cuadros, su agenda oscura de blindaje y obstruccionismo? ¿Qué hacer con agrupaciones, muchas de ellas cuestionadas, que llevan de contrabando a cuadros de la mayoría del disuelto Congreso? ¿Qué hacer con agrupaciones que orquestaron y secundaron las tropelías de la mayoría del disuelto Congreso y hoy aparecen impolutas, sin ningún mea culpa institucional de por medio, con nuevos nuevos rostros, y quizás no nuevas intenciones? ¿Qué hacer con agrupaciones políticas que siguen evadiendo su responsabilidad con la ciudadanía de presentar en sus listas a candidatos que reúnan mínimas condiciones de idoneidad para el cargo?
Ha llegado el momento en el que a través del voto podremos emitir una sentencia clara: retirar de la carrera electoral a aquellas agrupaciones cuyas intenciones y vínculos conocemos ampliamente y, sancionar a esas otras de las que exigimos un accionar coherente con las luchas y los retos que enfrentamos como país.
La única opción responsable es ejercer el voto de manera plenamente informada, teniendo claro por quienes no votar, y por quienes sí hacerlo. Escudriñar sus trayectorias; indagar sobre denuncias y cuestionamientos; conocer sus ámbitos de desarrollo laboral, profesional, empresarial y sus posibles conflictos de interés, así como saber de su posicionamiento frente a aspectos trascendentales de nuestra agenda política.
Luego de todos estos filtros mínimos y, si es posible algunos más, con una pequeña terna en mano, decidiremos a qué dos candidatos o candidatas les entregaremos nuestro voto y con él, nuestra voz, nuestras apuestas, nuestras esperanzas y nuestra indignación. Les daremos, ni más ni menos, el amplio poder para representarnos, allí donde queremos ser escuchados.
La consigna es clara: Ni retroceder ni rendirse.