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Carlín, diario la república  25-11-2017

La Corrupción Nuestra de Cada Día

De cómo el fenómeno de la corrupción nos puede servir como punto de inflexión para poder derrotarla

Desde el año 2000, la democracia peruana no había llegado a un momento tan crucial que no solo marcaría su derrotero en el corto plazo, sino mas allá del bicentenario.

Colectivo NAK

Publicado: 2017-12-05


Hace algunas semanas los testimonios sobre corrupción han alcanzado a la señora Susana Villarán, ex alcaldesa de Lima. Villarán en su momento canalizó la esperanza de muchos limeños de ver materializado un mejor modelo de ciudad para la Capital. La publicidad con que se manejaban las cifras del Municipio y las sesiones abiertas del Concejo incrementaron la percepción de transparencia. La gestión y la propia ex Alcaldesa fueron atacadas por muchos frentes desde el principio de su mandato hasta llegar a un proceso de revocatoria que si bien no la sacó del puesto, la dejó muy debilitada. Cuatro años después, esa debilidad ha devenido en terminal con el destape de los vínculos de la campaña por el “No” a la revocatoria con la corrupción de Odebrecht.

Este nuevo caso de corrupción que podría acarrear no solo una responsabilidad política sino también penal de los implicados, explota esta vez en la orilla de quienes ondeaban las banderas de la limpieza y honradez políticas. Como efecto colateral, el destape desplaza a un segundo plano el intento lumpenesco del congreso fujimorista de destituir al Fiscal de la Nación, por medio de una acusación constitucional.

¿Qué es lo que ha ocurrido?

Se ha revelado que la cultura de la corrupción en nuestro país es peor de lo que se conocía, y es capaz de penetrar en todo el espectro político. En algunos casos de manera descarada e insolente. Pero en otros, de manera subterránea e hipócrita.

Aunque uno no sea partidario de las corrientes progresistas, este caso constituye un hito importante en el reciente devenir político de nuestro país. Nunca nuestra democracia estuvo tan infecta de corrupción. Realmente, es una perfecta reminiscencia de los años finales del fujimorismo.

Tampoco era una novedad el que muchos empresarios fueran cómplices de esta lacra. La reciente detención de cinco altos directivos de empresas de construcción es solo un capítulo más en donde tenemos también a dirigentes de Confiep prófugos de la ley, o el recuerdo de como muchos pasaron por la salita del SIN para pactar directamente con la corrupción encarnada por Vladimiro Montesinos. Lo que si puede ser novedoso, es el hecho de ver a herederos de oligarcas yendo a la cárcel con las manos enmarrocadas. Y en plena democracia.

Hay que decir algo que durante muchos años se ha repetido de manera soterrada pero que siempre hemos condonado a fuerza de nuestras pésimas costumbres: la corrupción es endémica, es parte de nuestro ser social, es una manera de ser con la cual convivimos a diario y que no tiene data reciente. Basta leer los artículos de Manuel Gonzales Prada, Manuel Atanasio Fuentes o Abelardo Gamarra “El Tunante” escritos durante el siglo XIX para ver, de manera muy clara como nos retratan a los peruanos del siglo XXI. Las formas, el paisaje y el tiempo es lo único que han cambiado. Si por nosotros fuera, volveríamos a dejar que nos roben la colecta nacional para comprar un nuevo barco de guerra como pasó en 1880. Re-elegiríamos a quien nos abandonó en circunstancias penosas, una, dos, o tres veces, como ha pasado ya antes. Las confundidas gentes de nuestro país caerían una vez más en la dicotomía entre la fidelidad a líderes cuestionables o la apatía más absoluta.

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Desde esta trinchera hemos hecho oposición a uno de los movimientos políticos que de manera más abierta se identifica con los males que hemos reseñado. Pero ello no nos exime de decir que, por más noble que sean las causas, no podemos pasar por alto la práctica política que se relacione con esta corrupción, sea de manera aleatoria o pasiva.

A diferencia de los movimientos autoritarios y quienes pretenden prolongar los males de la corrupción, nosotros no seguimos liderazgos, sino principios.

No podemos dejarnos caer y seguir la ruta fácil de la desesperanza y el nihilismo. Recurso que justamente, quienes están más implicados en este asunto, nos pretenden vender para comprar de manera muy barata nuestro desasosiego: “Todos ellos son iguales”. Más inteligente sería preguntarnos: ¿no estaremos comportandonos siempre iguales ante ellos?

Porque “ellos”, léase la clase política y empresarial, cuentan siempre con nuestra indiferencia y nuestra anuencia moral de manera abrumadora. La cultura de la pendejada es solo la manifestación en microcosmos, de lo que es la corrupción nacional en macro.

Los peruanos del presente debemos retomar las banderas caídas de la honestidad y la decencia en política. Allí donde fracasaron tantos hombres importantes en nuestra historia, debemos de seguir en la lucha de alcanzar los ideales que ahora quizás se vean tan lejanos como la justicia, la paz y la igualdad de todos nosotros.

La mejor ley es la que no está escrita porque es práctica diaria. No esperemos a que ningún parlamento las cambie. Mucho menos este. Debemos comenzar a cambiar las leyes nosotros mismos con nuestra práctica diaria. Allí está nuestra trinchera contra la corrupción.


Escrito por

No a Keiko

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